Narrativa: ¿A qué nivel evoluciona mi personaje?




Los personajes, al igual que los Pokémon, evolucionan. Eso sí, no sucede al nivel 16 y después al 32. No sucede solamente mostrando un gran giro argumental cual piedra agua en un Eevee. Ni siquiera sirve subiéndolos de nivel por amistad (o enemistad). No, los personajes no tienen un momento de evolución fija, todo lo contrario. Están siempre haciéndolo.

Partamos de la base de que el personaje nunca puede ser el mismo a principio de una historia como al final. Pero vamos a cavar más hondo: no puede ser el mismo al principio de un arco que al final. Y todavía más: al principio de una conversación relevante que al final. ¿Diferencia? La palabra es: progresión.

Si tú ves el personaje del principio y del final, puedes ver claramente qué ha cambiado. Esta visión se desenfoca conforme más cercanos son los puntos en el tiempo. Al final del arco sabes que ha cambiado algo, pero no estás seguro de cómo va a afectar a todo lo que venga después. Al final de una conversación, muchas veces ni lo notas. El truco está en que todo lo que hacemos nos impacta emocionalmente. Pero dejemos eso de lado de momento, vamos a hablar de la toma de decisiones.
Cada vez que un personaje toma una decisión, ese personaje se está retratando a sí mismo. A esto se llama caracterización. Por ejemplo: Tenemos un mercenario asaltando un castillo. Ha conseguido su objetivo; solo lo separan dos guardias de la salida de la fortaleza. Puede noquearlos sin problema, no derramar sangre. Pero en su lugar, los mata. ¿Qué dice esto de él? Pero hay más. Va caminando por los campos del castillo, tesoro a cuestas. Ve a un niño llorando, harapiento, trabajando en el campo. El mercenario se acerca y le da un trozo de pan que tenía en la alforja. Y ahora, ¿cómo es nuestro personaje? ¿Entra en conflicto con la imagen que te habías formado de él? Eso es bueno. Nuestro personaje no ha cambiado, pero nosotros hemos descubierto una nueva faceta de él; lo hemos caracterizado. Antes de ponernos a evolucionar a ningún personaje, tenemos que saber cómo es. No tiene por qué ser todo él, pero sí su carácter y su actitud general. Debemos poder describirlo con adjetivos. Amable, estoico, sangre fría. Ese es nuestro mercenario. Llega el momento de evolucionarlo.

Hay varias formas de hacerlo. Una de ellas es poniéndolo en situaciones en las que no sea familiar. ¿Cómo actuaría este mercenario si lo contrataran de mayordomo en una mansión? Otra es mediante el pathos, enfrentarle al sufrimiento y sus peores temores. ¿Qué le pasaría al mercenario, que tiene hidrofobia, si tuviera que bucear bajo el agua para conseguir el elixir que lleva buscando todo el Viaje? También podemos obligarle a tomar una decisión en un dilema moral. ¿Usar el elixir para curar al hijo de un campesino pobre a punto de fallecer o arriesgarse a llevársela al príncipe del reino, que está muy enfermo y probablemente muera mientras haces el viaje de vuelta? Sea como sea, va a llevar la carga. Las decisiones nos definen y a tus personajes también. Tus personajes evolucionan como efecto de la resolución de un conflicto. Pero lo que es más importante, los cambios de tu personaje siempre son siempre de perspectiva. De cómo ven su papel en la vida; de cómo ven lo que debe de hacer. En resumen: enfréntalo a cosas que desafíen su mundo y oblígalos a tomar decisiones. Pero esto es cómo hacerlo, ahora nos queda cómo llevarlo a cabo en la historia.




Antes nos hemos quedado hablando del impacto emocional. Como ya hemos establecido arriba, los personajes cambian como consecuencia de un conflicto. El nivel del cambio, pues, se supedita al nivel del conflicto. Del conflicto, ojo, no de la acción. Puede ser una acción insignificante pero representar un conflicto enorme en nuestro protagonista. Por ejemplo, en el caso de nuestro mercenario, ve al príncipe, recién curado por el elixir, dando de comer a un perro vagabundo. Él ha creído toda su vida que la nobleza era codiciosa y no tenía empatía. Y ahí está, el heredero a la corona dándole de comer a un perro. Él mismo trata de convencerse de que no es para tanto. Quizá trate así a los perros, pero los mendigos siguen muriéndose de hambre. En el fondo, no le da importancia. Intenta restársela. Pero tú, como lector, no te dejas engañar. Sabes que algo ha cambiado en su actitud, porque le ha impactado emocionalmente. No lo va a mostrar, no lo reconocerá hasta que él mismo vea que, efectivamente, ha sufrido un cambio relevante, pero está ahí. El cambio ha tomado lugar, pero el personaje lo ha ocultado. Es en resumen, una acción insignificante que ha dado lugar a un conflicto relevante y, por tanto, a un cambio relevante. Todavía no está convencido y tranquilamente podría desandar el camino si el príncipe le volviese a mostrar su codicia, pero, en estos momentos, está ahí. Esta es la forma de hacerlo.

Cada conflicto cambia un poco a los personajes. Poco a poco, a cada decisión que toman o a cada problema que viven, se acercan o se alejan de una gran línea roja. Esto es progresión. No sucede de un solo golpe narrativo, no sucede al instante tras una revelación. Es paso a paso, puñetazo tras puñetazo. El clímax, el gran plotwist, es solo el golpe final. El personaje debe haber sido ya bombardeado. Y lo que es más: mientras no lleguen a esa gran línea roja, pueden desandar el camino. Pero en cuanto la cruzan, ya no hay vuelta atrás. El personaje ha cambiado, para bien o para mal, y solo le queda seguir adelante.

Hasta la siguiente línea roja.

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